Vaya, acabas de recordarme uno de los episodios más desagradables de mi vida casera.
Corría el año... ¿2003? y yo vivía en Madrid, en Santa María de la Cabeza. Había estado compartiendo piso con un chico con el que había tenido un "serio" altercado, pero que ahora no viene a cuento. Era junio y decidimos dejar el piso ese verano, para después volver. El casero se enrolló y nos lo guardó (aunque tampoco creo que tuviese alternativas mucho mejores).
Yo cogí casi todas mis cosas y me fui tras hacer una buena limpieza y vaciar el frigorífico. Él hizo lo mismo, pero además se le ocurrió la genial idea de desconectar todo, frigorífico incluido.
En septiembre volví yo antes, pero al entrar en la cocina algo olía raro. No sabía que era, pero algo pasaba. Fue entonces cuando tras investigar un poco llegué al supuesto foco del olor, el congelador. Sin precauciones lo abrí y entonces me encontré con una de las estampas más desagradables que he visto en mi vida, porque el congelador estaba lleno de larvas. El olor era totalmente insoportable y me producía náuseas. Toda la puerta estaba llena de granitos que se correspondían con una especie de moscas o algo parecido. No me paré a comprobar qué era, simplemente cerré la puerta violentamente y grité por el subidón de adrenalina.
Se hacía tarde y me fui de casa a comprar insecticida, corriendo. Llegué al rato y me armé de valor. Me tapé la cara con una camiseta y descargué contra el ente gran parte del aerosol. El olor era insoportable.
Esa noche no hice nada más, pero soñé con aquellos bichos. El día siguiente iba a ser duro.
Me cargué de lejía, agua caliente, unos guantes y mucha moral. Mi novia me ayudaba, pero apenas podía soportar el olor y continuamente tenía arcadas, con lo que se quedaba en la retaguardia. El combate fue muy duro, pero finalmente llegué al origen del asunto: un paquete de lenteja olvidado en el congelador, que tras desconectarle y sufrir el caluroso verano, había formado vida.
Estuve limpiando durante horas, era asqueroso, pero finalmente quedó "bien". A la semana hablé con mi compañero y (por otros motivos) decidimos dejar el piso, aunque yo me chupé toda la limpieza de aquel infierno.
Desde entonces tengo mucho cuidado con estas cosas.